Buscando una nueva pensión.

Tras haberse peleado con un tonto al que trató de tomarle una fotografía, el joven pelinegro comenzó a caminar por ahí con su cámara colgándole del cuello. En su hombro llevaba una mochila negra, algo grande. En ella llevaba todas las fotos que había tomado ese día. Los chicos de Lily Town eran realmente atractivos, no podía evitar querer dispararles con su cámara apenas bajaban la guardia y se veían de lo más tranquilos y naturales.

Mientras caminaba por ahí, despreocupado por la vida como siempre, el pelinegro vio a un chico de cabello color blanco. Era peculiar, no era común ver albinos en Japón. Aunque, desde que llegó a Lily Town había visto a chicos de todos los países, de todas las razas y colores. Era como si todos los hombres deseables del planeta se hubieran reunido en un solo lugar.

En ese momento le gustaba más que nunca que el mundo fuera diverso. Apuntó al jovencito con su cámara desde lejos, sin preguntarle antes si quería ser fotografiado. No le gustaba preguntar, ya que decía que hacía que la imagen perdiera la esencia.

Por eso mismo se la pasaba metido en problemas. Era extraño un chico escondido en las sombras con una cámara fotográfica, una total amenaza a la privacidad. –Vaya, no estás mal chico.- Le dijo al albino mientras se acercaba más, viendo a la pequeña pantalla para ver la fotografía del peliblanco.

Miró hacia arriba, como si estuviera ignorando al chico de blanca cabellera, ya que ni siquiera le respondió. Así era como Alexus actuaba frente a todos, fingiendo que no le importaban para hacerse el interesante. Le extendió la mano con la cámara para mostrarle su fotografía. Era lo menos que podía hacer, después de todo lo había hecho sin permiso. Bajó su mirada y comenzó a limpiarse el pecho con una servilleta usando su mano libre. Su camisa todavía había manchas de la malteada de fresa que un chico lo tiró encima por asustarlo con su cámara.

Quería ir a cambiarse lo antes posible, o al menos deshacerse de esa prenda. El olor a fresa y la mancha clara sobre su camisa negra no eran exactamente de su agrado, especialmente cuando debía pasar desapercibido. Era como un cazador furtivo, siempre en busca de las mejores fotografías. Tras mostrarle la foto, el muchacho guardó el apartado en el bolsillo interior de su chaqueta y miró al otro joven a los ojos. Era algo perturbador, esos ojos rojos y peligrosos, era como un animal endemoniado a punto de engullir un conejillo indefenso, un conejillo de pelaje blanco y de mirada inocente. -¿Cómo te llamas?- Siseó cual serpiente perversa, notando la maleta.

-¿Nuevo en la ciudad? No sé por qué me dio esa impresión, quizá la maleta verdad.- Soltó como si nada mientras se daba la vuelta y observaba a su alrededor. Volvió a sacar su arma mortal. Había muchos otros chicos interesantes y su lente los tenía en la mira, pero algo le decía que no debía apartarse de aquel albino. Era su intuición de fotógrafo.