Historia de Kuruizaki no Hana

El Inframundo, un lugar en el que las almas de los vivos llegan para pagar por sus pecados cometidos en vida. Pero esa es la imagen para los humanos, ya que dejándolos de lado, Underworld resulta ser un lugar agradable, claro, si tu definición de agradable es juerga, sexo y diversión. Dentro de este infierno, existe un país que es gobernada por el rey y la reina de Underworld. Las cosas no son muy diferentes del mundo de los humanos: los demonios tienen empleos, familias y vidas normales, pero lo que les diferencia de los mortales es su falta de moralidad y actitud pecaminosa. Los demonios tienen terminantemente prohibido salir de las profundidades del Averno, ya que al hacerlo pueden poseer cuerpos humanos y causar estragos en el reino mortal. Algunos demonios son capaces de proyectarse en el mundo humano, como meras entidades espirituales, pero gracias a que una parte de ellos sigue en el Inframundo son inofensivos para los humanos. A excepción de un tipo de demonios, los íncubos y súcubos, quienes roban la vitalidad de sus víctimas.

Cuando un íncubo acosa a un humano varón en sus sueños, ocurre un fenómeno llamado “sembrar el pecado”, en el que el demonio convierte al humano en un Caído, humano con poderes especiales. Antes los íncubos no se sentían atraídos por los hombres, ya que esos les correspondían a los súcubos y otros demonios femeninos, pero cuando Persephone se dio cuenta de que las “bellezas del inframundo” distraían a su marido, enloqueció un poco, por no decir bastante. La furia de la diosa provocó el borrado de todos los demonios femeninos, un daño irreversible. Con la ausencia de mujeres con las que descargarse muchos demonios se volvieron locos y comenzaron a matarse a sí mismos, convirtiendo el Inframundo en un festival sangriento. Todos, con excepción de los íncubos, quienes calmaron sus deseos lujuriosos con una solución más inteligente: tener sexo entre ellos.

Y así fue como se olvidaron de los seres femeninos y le perdieron el gusto a acosar mujeres humanas desde el plano astral. Los cuerpos femeninos ya no les parecían atractivos después de tantos años de practicar lo mismo. La población del inframundo se volvió tan escasa que el país se volvió una sola ciudad, habitada en su mayoría por íncubos, la única especie de demonios que supo cómo sobrevivir. Hades cometió su segundo gran error cuando, en un comentario inocente le dijo a la emperatriz que tenía “muslos obesos”. Aquello enfureció tanto a la diosa que accidentalmente su poder divino se le salió de control y derribó la barrera que impedía que los demonios abandonaran por completo el Inframundo por unos segundos, el tiempo suficiente para que una buena parte de la población se escapara.

A Persephone no pareció importarle lo ocurrido, pero a Hades sí, debido a que sabía perfectamente lo que iba a pasar cuando aquellos seres del infierno poseyeran humanos y comenzaran a aparearse como animales. Si aquello ocurría el reino de Hades no sólo se volvería un lugar sin demonios, también se convertiría en un desierto si las almas de los humanos no podían encontrar el camino que conducía a la otra vida. Aquello ponía al emperador en una posición vergonzosa, ya que era como decir que se había vuelto “débil” e incapaz de controlar a las bestias que habitaban su jungla. Como no había sido el responsable, le exigió a su mujer que remediara el caos que ella había liberado. Le advirtió que si no lo hacía le retiraría toda autoridad sobre su reino y la obligaría a vivir junto a su madre como la estúpida niña de las flores que era antes de que la raptara, y también asegurarse de que tuviera que usar un vestido con motivos florales por la eternidad. Como ella no quería volver con Deméter, ya que le gustaba ser una tirana, envió a unas criaturas llamadas “Edenianos”, unos seres que creó en sus días de niña de las flores y los modificó para que produjeran el antídoto que podía salvar las almas de los humanos. Hades no se quedó con los brazos cruzados. Usando su poder divino hizo aparecer una ciudad llamada “Villa Lirio”, una ciudad misteriosa a la que las mujeres no pueden acceder y que ofrece grandes oportunidades para los hombres, como excelentes instituciones educativas y empleos, por lo que es difícil decir que no a la invitación del príncipe de las tinieblas. Además, organizó una gran “campaña publicitaria” –entiéndase lavado de cerebro por medio de mensajes subliminales- en el mundo humano para atraer a los hombres más atractivos del mundo, el cebo perfecto para cazar a los demonios y asegurarse de que no causaran desastres en el resto del planeta.